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'Tres anuncios en las afueras': Raices muy, muy profundas


En una conversación que tienen su hijo y Mildred durante un regreso a casa en coche, Robbie (Lucas Hedges) pronuncia unas duras palabras, quizá sea la misma dureza con la que el cineasta, guionista y dramaturgo anglo-irlandés Martin McDonagh ha construido el personaje de Frances McDormand «que la emparenta con los hermanos Coen, especialmente con Fargo». Una mujer ruda, que no se corta un pelo a la hora de decir las cosas a la cara y que no piensa, actúa, pero tierna a la vez «aunque cueste encontrarla», que busca justicia «pero que ni siquiera ella es justa» y sino la encuentra, se la toma por su mano. La sensatez y la cordura de su hijo, la humanidad del jefe de policía y la bondad y el saber perdonar de su compañero racista y baboso cuando está borracho «un inmenso Sam Rockwell en un personaje en continuo cambio», e incluso el no guardar rencor del encargado de la empresa anunciadora (Caleb Landry Jones) aportan a Mildred ese control de la personalidad que tanto necesita.


Decía el director que para construir el personaje de McDormand «esposa de Joel Coen» había tenido que recurrir a John Wayne ante la ausencia de referentes femeninos. En Tres anuncios en las afueras está muy bien dosificado el humor «que va del sarcasmo más negro al slapstick más tonto» y los momentos dramáticos, que son perfectamente fotografiados en un impecable trabajo de Ben Davis.

McDonagh nos presenta en Tres anuncios en las afueras un mundo salvaje, sin amansar. Un excelente drama rural y un western contemporáneo en donde lo que importa no es la resolución, ni siquiera la investigación sobre el asesinato y violación de la hija de la protagonista, sino el cómo afecta dicho suceso a los personajes de la historia y cómo evolucionan. La película es un retrato seco y violento sobre el machismo, el racismo y la homofobia de la América profunda narrado con un cinismo excesivo, en el que no hay héroes ni villanos definidos, sino personajes en perpetua transformación.

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